El vals de las hadas malditas, de Gabriel Sánchez García-Pardo

Portada de Alicia de Andrés.

Normalmente no acepto reseñas por encargo. Me suele dar un poco de pereza leer cosas para escribir una reseña, y tengo un volumen tan ajustado de lecturas que en general no me da para aceptar más. Sin embargo, cuando Gabriel contactó conmigo para proponerme leer su novela, El vals de las hadas malditas (Naufragio de Letras, 2019), no me pude negar. Sigo de cerca las publicaciones de la editorial (ya he reseñado alguna obra suya por aquí, de hecho), y la novela de Gabriel tenía una pinta increíble. Así que, un poco preocupado por estar traicionando mis principios reseñistas, le dije que sí, que me mandara la novela, que me pondría a leerla en cuanto me llegase. 

Y guau, amigas. Menuda novela. 


De qué va. 

La Calavera Ambulante, ese era el nombre de la caravana aparcada junto al gran muro de piedra. Un nombre que se susurra con el temblor de lo prohibido, pero que sigue viajando de boca en boca por la vía de la curiosidad. Todo ciudadano respetable negará haberla visto con sus propios ojos, y sin embargo, no hay un solo ser en Éterdar que no pueda describirla con detalle bajo la coacción apropiada. 
Así es como Gabriel Sánchez García-Pardo comienza El vals de las hadas malditas, un viaje de más de quinientas páginas en el que seguimos a Jillian y Vela, dos investigadoras recién graduadas que trabajan en su primer, y puede que último caso. Ellas son Desveladoras, han sido formadas en la Torre de Westeun para convertirse en investigadoras al servicio de la justicia. Ambas nacieron una noche el que el cielo se desgarró y el mundo cambió para siempre: quienes nacieron aquella noche obtuvieron poderes de las hadas, quienes murieron se convirtieron en muertos vivientes y desde entonces, seres feéricos pueblan el mundo. La Shekna Roja gobierna Éterdar con mano dura, mientras una agitación social se va fraguando desde el pueblo, a la cual Jillian y Vela permanecen ajenas.

Nuestras protagonistas terminan su formación como investigadoras, son enviadas a Eastun, la capital, para solucionar un caso que parece sencillito. Sin embargo, al tirar del hilo, se van viendo cada vez más involucradas en un entramado en el cual no son más que meras piezas de un engranaje mayor. Y todo parece ligado a una misteriosa canción que quien interpreta muere: El vals de las hadas malditas.

La historia está milimetrada. Se nota que no hay nada puesto al azar y que es una de esas novelas cuyo final el autor ya conoce al comenzar a escribir. De hecho, en la presentación de la novela que tuvo lugar en Valencia, el autor reconocía ser de mapa, de planificar mucho. No voy a ser yo quien defienda esa manera de escribir, pero sí es cierto que a esta novela le sienta de maravilla.

La estructura del argumento es sencilla, pero sólida. Los misterios que plantea se resuelven satisfactoriamente y con algún que otro giro argumental bien traído. La historia te va llevando a través de las quinientas páginas con muy pocos altibajos y muchos momentazos hasta un final que sorprende y hasta emociona, y cierra la trama pero al mismo tiempo abre la puerta a una segunda parte.

¿Fantasía oscura? 

En la reseña que Ana González Duque escribe para Libros Prohibidos, señala que la originalidad de la novela radica en el maridaje de géneros, y no puedo estar más de acuerdo. La novela se presenta como perteneciente al género de la fantasía oscura, pero el argumento en sí mismo es muy característico de la novela negra, sin dejar de tener toques de humor, de romance y de aventuras.

Sin tener ni puñetera idea de los hábitos lectores del autor, me atrevería a decir que le da a todo sin importar el género, y que ese pluralismo se manifiesta de maravilla en la originalidad de la novela. No sé a quién le escuché decir que para escribir novelas originales hay que leer de todo, y hay que saber llevárselo a su propio terreno. El vals de las hadas malditas es la prueba viva de que ese consejo funciona.


Personajes y puntos de vista. 

La novela está narrada en tercera persona por un narrador omnisciente, de manera muy inteligente, porque va poniendo el foco de la historia sobre los personajes según le conviene al autor. Durante las casi seiscientas páginas que dura el viaje, vamos paseando por las cabezas de distintos personajes: Jillian, Vela, Raik, Lágrima... No sé si me atrevería a llamarla una novela coral, pero desde luego el foco narrativo no se centra en un solo personaje.

No solo consigue el autor controlar a todos los personajes con una maestría nada desdeñable, si no que además todos ellos están muy bien construidos y desprenden un realismo difícil de conseguir. Para el final de la novela Jillian, Kelian y Vela son personas más o menos conocidas con las que podrías imaginar una conversación sin muchos problemas.

Los villanos de la historia también son para comentar. Villanos de esos que tienes que poner entre comillas, porque se alejan del típico cliché de querer destruir el mundo porque sí. Aquí los antagonistas tienen sus razones para hacer lo que hacen, y en algunos casos no puedes evitar identificarte con sus acciones y hasta ponerte de su parte.

Voy a dejar de lado la poca seriedad que haya podido fingir en esta reseña para señalar lo muchísimo que molan los de La Rebelión de las Cinco Caras y que flipé niveles estratosféricos en la batalla del cementerio. También quiero decir que si algún día hacen una película de este libro, Kelian tiene que ser interpretado por Miguel Ángel Silvestre y nadie más.

¿Qué decías de tus principios reseñistas, Edu? 


La prosa, el ritmo, guau. 

La habilidad narrativa de Gabriel me ha dejado impresionado. El vals de las hadas malditas está muy bien escrito. Si tengo que destacar algo por encima de todo lo demás, sería eso, la habilidad con la que el autor junta palabras, forma frases y párrafos. Las palabras están bien elegidas, y cada coma colocada estratégicamente para darle un ritmo a la frase. La prosa tiene una cadencia y una musicalidad que van muy acorde con el título del libro y su trasfondo musical, y que no se vuelve pesada o repetitiva en ningún momento, como a menudo pasa cuando se trata de musicalizar la prosa. Gabriel lo hace de manera sutil y cuidada, esporádicamente, en momentos clave.

Sus dedos se detuvieron sobre las teclas, dejando un acorde sin resolver en el aire. Volvió la cabeza para descubrir el origen de la voz y sintió un vuelco en el pecho al ver una figura encapuchada, sentada junto a la cama de su hijo. La intrusa llevaba una máscara blanca con una lágrima roja que se deslizaba por el pómulo derecho. Sujetaba una pistola con la que apuntaba a la cabeza del pequeño, plácidamente entregado al mundo de los sueños. 

El vals de las hadas malditas no es el producto de un principiante, si no de alguien que lleva ya unos años escribiendo o tiene un talento innato para esto de escribir. O tal vez las dos cosas. Gabriel consigue contar su novela con una prosa cuidada y limpia, un tanto artificiosa en ocasiones, pero que se lee con la sensación de que es una voz personal y propia, algo que solo merece elogios.


Conclusión. 

Naufragio de Letras apuesta por una novela de fantasía oscura que se aleja de los clichés del género y por un autor que combina fantasía, misterio, romance, humor y aventuras sin despeinarse. El vals de las hadas malditas es una novela estupenda, que destaca por su originalidad y por su prosa musical y cuidada, por sus giros argumentales y por una estructura que, aunque simple, está medida al milímetro. 

Habrá que estar muy atentos a lo que Gabriel haga a partir de ahora, porque estoy convencido que valdrá la pena. 


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Información sobre el libro. 


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